Por Visión Macrosur | Edición Especial – 3 de noviembre de 2025
Mientras el Perú exige justicia y transparencia, una nueva sombra se cierne sobre la política nacional: Betssy Chávez, la ex primera ministra de Pedro Castillo, ha reaparecido —no ante los tribunales, sino bajo el techo protector de la Embajada de México en Lima, donde ha solicitado y obtenido asilo diplomático.
Lo que debía ser un proceso judicial ejemplar por rebelión y conspiración ha terminado convertido en un espectáculo diplomático vergonzoso. Chávez, que enfrentaba un impedimento de salida del país y comparecencias ante la Fiscalía, ha decidido evadir la justicia peruana con el pretexto del asilo político.
Desde Visión Macrosur no se puede calificar este hecho de otra manera: es una huida. Un acto de desprecio hacia la institucionalidad del país y una muestra de la impunidad con la que ciertos personajes del entorno castillista siguen actuando, amparados en discursos de persecución política que ya nadie cree.
Una “víctima política” que huye de su propio pasado
Recordemos que Chávez no fue una funcionaria cualquiera: fue premier del gobierno que intentó quebrar el orden constitucional el 7 de diciembre de 2022. Ese día, mientras Pedro Castillo anunciaba la disolución del Congreso, varios de sus ministros —incluida ella— jugaron un papel clave en la crisis que sumió al país en el caos.
Hoy, en vez de rendir cuentas, Chávez opta por la puerta trasera de la historia. Su “asilo” no solo evade la acción de la justicia, sino que ridiculiza al Estado de Derecho, debilitando la confianza ciudadana en las instituciones.
🇲🇽 México repite la jugada
El gobierno mexicano, una vez más, aparece como refugio para los aliados del castillismo. Ya lo hizo con Lilia Paredes y los hijos de Pedro Castillo, y ahora lo hace con Betssy Chávez. La diplomacia mexicana, bajo el discurso del “asilo humanitario”, se ha convertido en cómplice involuntario de quienes intentan escapar de la ley.
La respuesta peruana ha sido firme: ruptura de relaciones diplomáticas con México. Pero la pregunta sigue flotando: ¿hasta cuándo la justicia peruana permitirá que sus procesos sean burlados por decisiones externas?
Un símbolo del deterioro político
La fuga de Chávez no es un hecho aislado. Es el síntoma de un Estado debilitado, donde las élites políticas —de izquierda o derecha— creen tener licencia para violar la ley cuando los alcanza la verdad.
Mientras el ciudadano común enfrenta la justicia sin privilegios, quienes ostentaron el poder buscan amparo diplomático, discursos victimistas y aplausos ideológicos.
En el sur, indignación
En las calles de Tacna, Moquegua y Arequipa, la reacción es de indignación. Ciudadanos que alguna vez la vieron como una representante del sur profundo sienten hoy vergüenza ajena.
“Nos usó, se vendió como mujer del pueblo, y ahora huye como los corruptos de siempre”, dice un dirigente local entrevistado por Visión Macrosur.
Conclusión
El asilo de Betssy Chávez no es un acto de persecución política. Es la culminación de una cadena de irresponsabilidades, de un poder que no sabe rendir cuentas y que, cuando la justicia lo alcanza, busca refugio en embajadas extranjeras.
El Perú no necesita más fugitivos con discurso, sino líderes con dignidad.
Y la justicia, tarde o temprano, tocará también las puertas del asilo.
