Después de largos años de ausencia, finalmente llegó el momento se volver a la tierra que me vio crecer. Un viaje largamente postergado, que no se pudo concretar por el sufrimiento de una penosa enfermedad que me tenia semi postrado y que finalmente las vacunas del Covid 19 me liberaron. Un viaje que prometía ser un reencuentro con los recuerdos de mi infancia, con la calidez de su gente y la impresionante belleza de su, lago, su cerrito Huajsapata, su catedral y sus paisajes.
La emoción me embargaba mientras el autobús se acercaba a la ciudad. Recordaba cada calle, cada esquina, aunque el paso del tiempo sin duda habría dejado su huella en aquellos lugares que alguna vez fueron mi hogar. Al bajar del bus el aire fresco de los Andes golpeo mi rostro, una brisa gélida y reconfortante, inmediatamente un sin fin de emociones pasaron por mi mente.
Debo confesarles que la ciudad de Puno ha cambiado muchísimo, las viviendas han crecido para el Alto Puno y el sector denominado Aziruni. Otro sector que sin duda va a crecer la población es en Ventilla. Caminar por sus calles del centro con restos coloniales de algunas casas es una experiencia inigualable. Ya no existen los cines a los que solíamos ir de niño la estación del ferrocarril donde otrora se viajaba a las ciudades de Arequipa y Cusco ya no dan ese servicio, ahora solo lo dan a los turistas con billete. Las ferias sabatinas han crecido sobremanera en las calles a orillas del lago. El flujo con la ciudad de Juliaca es intenso, la gente va y viene constantemente.
Pero más allá de la belleza de sus paisajes y la riqueza de su cultura, fue el reencuentro con viejos amigos y familiares lo que hizo que este viaje fuera verdaderamente especial. Las risas compartidas, las historias rememoradas y los abrazos sinceros confirmaron que, a pesar de la distancia y el tiempo, los lazos que nos unen siguen siendo tan fuertes como siempre.
No pude resistir la tentación de visitar aquellos lugares que solían ser mis favoritos. El lago Titicaca, con su inmensidad azul, me recordó la sensación de libertad que experimentaba cada vez que lo contemplaba. La Isla de los Uros, con sus peculiares islas flotantes, me transportó a mi infancia, cuando imaginaba aventuras en aquel mundo único.
Y así, entre paseos por las orillas del lago, ir a las fantistas islas Los Uros y cenas familiares, visitas a lugares emblemáticos y conversaciones que se prolongaban hasta altas horas de la noche, mi retorno a Puno se convirtió en un viaje de autodescubrimiento, de conexión con mis raíces y de renovación de vínculos que perdurarán para siempre en mi corazón.
