N.R.- Conocí personalmente a Jesús Laura y soy testigo que la vida de muchas carencias que llevaba, de profesión carpintero, soy testigo que renunció muchas veces a las gollerías que el poder intentó darle para poder acallar su voz. Estos últimos años sufría de una penosa enfermedad, el cual se estaba tratando a medias y justamente por carecer de recursos no pudo completarla. ¡HASTA PRONTO COMPAÑERO DE LUCHA!
En el vasto altiplano andino, donde los cielos se encuentran con las montañas y las tradiciones ancestrales resuenan en cada rincón, se ha apagado una luz, pero su legado ilumina con más fuerza que nunca. Jesús Laura, un incansable defensor de los derechos de su pueblo, ha fallecido. Su vida fue un testimonio de lucha, perseverancia y lealtad a sus principios que defendió hasta su último aliento.
Nacido en el seno de una comunidad aymara, Jesús Laura creció comprendiendo las dificultades y las injusticias que su pueblo ha enfrentado durante siglos. Desde muy joven, su espíritu rebelde y su pasión por la justicia lo llevaron a alzar la voz contra la opresión y la desigualdad. En cada marcha, en cada asamblea, su presencia era un símbolo de resistencia y esperanza.
A lo largo de su vida, Jesús Laura se enfrentó a innumerables adversidades. La pobreza fue una constante compañera, pero nunca permitió que esto disminuyera su determinación. Mantuvo firmes sus convicciones, rechazando la tentación de la corrupción y la comodidad que habría supuesto renunciar a sus ideales. Su integridad era inquebrantable, y su compromiso con los más desfavorecidos, innegociable.
En sus discursos, Jesús Laura no solo hablaba de los derechos de los pueblos indígenas, sino también de la importancia de la unidad y la solidaridad entre todos los sectores oprimidos. Abogó por la educación como herramienta de liberación y trabajó incansablemente para que las generaciones futuras tuvieran acceso a un futuro más justo y equitativo.
A pesar de las múltiples amenazas y los intentos de silenciarlo, Jesús Laura nunca dejó de luchar. Su casa, humilde y desprovista de lujos, era un reflejo de su vida dedicada al servicio de los demás. Nunca buscó reconocimiento ni riquezas; su única recompensa era ver a su pueblo caminar con la cabeza en alto, libre y digno.
Hoy, su partida deja un vacío inmenso en los corazones de quienes lo conocieron y admiraron. Sin embargo, su espíritu vive en cada lucha, en cada grito de justicia que resuena en los Andes. La comunidad aymara y la región Tacna y a todos aquellos que creen en la justicia social han perdido a un líder, pero han ganado un ejemplo eterno de lo que significa vivir y morir por una causa noble.
Descansa en paz, Jesús Laura. Tu legado será la llama que guiará a las futuras generaciones en la búsqueda de un mundo mejor. Nunca te olvidaremos, porque tu vida ha sido la encarnación de la esperanza y la lucha por un mundo mejor.
